domingo, 20 de marzo de 2016

La Granja Petrolera



Por Felipe G. Flores*
La hipocresía de los simpatizantes de izquierda ha quedado expuesta con su silencio sepulcral con el tema de la corrupción y de la evasión de justicia en el Brasil. Esos mismos que se rasgan las vestiduras y vociferan hasta los cielos cuando un líder de derecha comete actos de corrupción, ahora callan o, peor aun, tratan de justificar o de desvirtuar a los que critican lo que es corrupción evidente y actos ilegales.

Olvidan los dilectos simpatizantes y cómplices morales de estas tropelías, que el hecho que un acto no sea ilegal, por lo menos al nivel del fuero del Derecho penal, lo cual implica que no acarrea una pena, no es óbice para dilucidar que ese acto, no obstante que no sea típico, puede reñir con la moral y el orden público. Este acto ocurre cuando se le ayuda a un imputado para que evada la justicia, pues es un fraude de ley, y un ejercicio de un supuesto derecho con toda la mala fe del caso, en otras palabras, es una inmoralidad.

La Presidente del Brasil, Dilma Rousseff, no solo ha realizado un acto inmoral sino oportunista, pues el nombramiento de Luis Ignacio "Lula" Da Silva, no es un acto de altruismo por parte de Rousseff, sino que es un cálculo deliberado de un abuso combinado con la violación a las reglas más elementales de la ética; es una conducta con toda la intención y y el propósito de que Lula "le tenga que devolver el favor" eventualmente a Rousseff e impedir que ella sea removida del cargo presidencial, pues ya van saliendo a la luz las faltas que ha cometido, y los pasos agigantados de la justicia le están empezando a dar persecución y alcance.

Aunado a la anterior queda demostrada otra cosa: Los socialistas que se han denominado a sí mismos como portadores de la transparencia en la función pública, quienes han realizado espectáculos públicos de contrición propia, superficial eso sí, y fustigamiento a las faltas ajenas, que han denunciado actos de corrupción de la derecha, son los mismos que hoy defienden, sea con su silencio cómplice o sus defensas colaboracionistas abiertas, lo que es un acto inmoral de una presidente inmoral que merece ser removida de su cargo por el solo hecho de prostituir el derecho para satisfacer sus intereses personales.

No hay diferencia entre la corrupción de la derecha que es tan odiosa como la corrupción de la izquierda; no se puede justificar una y la otra no; así como se imputa a los políticos de derecha de los que se sospecha que han delinquido, así debe de imputarse e investigarse a los de izquierda y no buscar rehuirle al sistema, como si estuvieran por encima de la ley.

Lamentablemente, estoy consciente que estas palabras no calarán en la consciencia de quienes critican a la derecha pero no a la izquierda cuando es ésta la que delinque o riñe la ética; al igual que las novelas orwellianas, aquí no prevalecerá la justicia ni habrá un final feliz, pues esta es la vida real que es injusta.

Al igual que ha ocurrido siempre en la historia, las cosas pasarán y se olvidarán, aunque por un momento efímero los más conscientes protestarán, pero al igual Rousseff se saldrá con la suya, pues el Estado existe para beneficiar a las camarillas y no para proteger a sus habitantes; se nos da la ilusión, el espejismo, de justicia y de un sistema legal que solo se le aplica a las clases que no están en el poder, pero los que están en el poder real no van a ser enjuiciados, o si lo fueran, por cuestiones mediáticas, no terminarán en la cárcel como si terminaría cualquiera que no fuera afín o allegado al grupúsculo de poder.

Para los socialistas, el capitalismo de amiguetes está bien, siempre y cuando sea con los compinches de izquierda; cualquier cuestionamiento a los actos inmorales o la búsqueda de remoción de un líder corrupto por medio de los mecanismos constitucionales es un golpe de estado y un ataque al régimen de legalidad y constitucionalidad, si el líder en cuestión es de izquierda; adicionalmente, quien critique o realice acciones para sacar a los tiranos de izquierda del poder, se convierte automáticamente en un enemigo del Estado y, por tanto, merece ser castigado y eliminado, no así si su revancha o ataque al ristre es contra líderes de derecha, pues en ese caso será un héroe gallardo de los desposeídos.

Sin embargo,existe un orden y una selección natural que trasciende a los constructos sociales que como humanos hemos diseñado y, por tanto, hay un tema de supervivencia de por medio, donde Lula es un peón en el juego de Roussef por mantenerse en el poder.

Lo que ocurre en el Brasil es reminiscente del cuento de la historia en la novela "Granja de Animales" de George Orwell, donde los cerdos han tomado el control de la granja y ya cuando no lo necesita, Napoleón manda a matar a Snowball porque ya no es necesario.

Así como los cerdos tomaron el control de la Granja de Animales, así los miembros del PT tomaron control de la "Granja Petrolera" en el Brasil, y si en la novela orwelliana el himno que se cantaba era el de "Las Bestias de Inglaterra", en la novela Roussefiana se canta el himno de las "Bestias del Brasil", la pregunta es, por cuánto tiempo más.

Es realmente curioso las similitudes que hay entre la "Granja de Animales" de George Orwell y el drama que está ocurriendo en Brasil, pues Lula es el equivalente a Snowball, el cerdo en la granja que tenía buenas intenciones pero que se prestó a las tropelías de los otros cerdos, con una diferencia, pues contrario a Snowball, Lula se pudrió y se volvió igual de sucio que el otro personaje, Napoleón.

Dilma Rouseff encarna al cerdo Napoleón a la perfección, pues es codiciosa, despiadada y completamente falta de ética; lo curioso es que este drama en la "Granja Petrolera" brasilera podría terminar con un final para Lula como el que sufrió Snowball, asesinado después de haber sido utilizado.

No es coincidencia ni serendipia que Orwell utilizara al cerdo como el animal que describía a los líderes de la "Granja de Animales", y no es coincidencia que Rouseff personifique tan a la medida a Napoleón.

Desafortunadamente y al igual que en la novela orwelliana, Dilma se deshará de Lula cuando el momento sea oportuno, y ella quedará en el poder, y la "Granja Petrolera" dejará de llamarse como tal para adquirir su antiguo nombre: Quizás para ese momento ya no será necesario argüir derechos de los trabajadores ni causas sociales para mantenerse en el poder o expandirlo, pues ya estará tan consolidada en el poder, no obstante las protestas pasajeras que puedan estar ocurriendo en este momento, que ya podrá actuar como cualquier político del establishment tradicional, con el mismo cinismo y despreocupación que los políticos tradicionales, sin escrúpulo ni pudor alguno, pues el electorado brasileño estará tan acostumbrado a los abusos y tropelías, que ya para ese momento el umbral de intolerancia contra la corrupción habrá subido tanto o acaso inclusive hasta desaparecido,y la oposición será mínima o inclusive inexistente.

Lo peor del caso es que esto no es algo endémico a Brasil o inclusive a América Latina solamente, sino al mundo entero; pasó en la Unión Soviética pero también ocurrió en Venezuela y en la Argentina, con la diferencia que en la Argentina los jueces no se prestaron para la corrupción de Cristina Fernández de Kirchner.

En la "Granja Petrolera" se están jugando el todo por el todo, y no obstante que Lula está escabulléndose de la justicia, su posición es más comprometedora que nunca, pues Dilma Rouseff le cobrará el favor, y con creces.

Quizás no haya intervención de un salvador que genere un milagro para que Lula no se salga con la suya, pero la misma selección natural se está encargando de eventualmente eliminar a Lula, por hacer las veces de muñeco de guiñol en el teatro de Rouseff y, por lo tanto, ser un peón sustituible cuando deje de servirle a los intereses de Rousseff.

Debe de quedarnos claro, eso sí, que esta historia no tiene un final feliz, sea que condenen a Lula o no, sea que remuevan a Rousseff de la presidencia o no, ha quedado claro que la codicia humana está presente en ambos lados del espectro político e ideológico, y que no se trata solo de una ideología económica o social, sino también de tener una base ética y moral que sustente y justifique que alguien llegue al poder.

Habrá más Lulas y más Roussefs, al igual que ha habido y habrá más Ménems y Fujimoris, pues tal y como dijera Lord Acton en la muy trillada pero no por ello menos cierta frase, "el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente", por lo que debemos de estar atentos y vigilantes para tratar, hasta donde sea posible, de vigilar y ejercitar los mecanismos legales pertinentes y a nuestro alcance para que nuestros países no se conviertan en "granjas de animales", al igual que le ha pasado a nuestros hermanos en otras latitudes.



*Felipe G. Flores es Abogado y Analista en Temas de Derecho Económico e Internacional.

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