sábado, 3 de junio de 2017

Claro que sí, pero claro que no



Por Jacobo Schifter*

Claro que haya un desfile del orgullo gay en Costa Rica es un paso adelante. Claro que respeto a los que le ponen todo el esfuerzo en organizarlo.

Claro que cuando cuatro gatos tuvimos que recoger los cadáveres de nuestros amigos en bolsas de basura y nos los entregaban defecados, orinados y sucios y sin atender por el Calderón Guardia y otros hospitales de la Caja, en los primeros años de la epidemia del sida, jamás hubiéramos creído que años después, miles desfilarían en las calles de San José.

Claro que cuando mi vecino se mató porque sus padres lo mandaron a hacerse "hombre" a una Academia Militar, en los años de 1950, un desfile le hubiera hecho reconsiderar no tomarse el frasco de pastillas. Claro que hubo centenas más de gays que se las tragaron.

Claro que en mi caso, si hubiera habido un grupo al qué recurrir, no me hubieran obligado a recibir tratamientos de testosterona a los diez años para hacerme hombre y así dejarme calvo y con problemas médicos de por vida. Claro que si hubiera conocido otros muchachos gays en un desfile, me habría convencido de no acostarme con una prostituta para quitarme la mariconada de encima. Y eso que tuve la suerte que a mis padres no se les ocurrió una lobotomía. Claro que si esta gente hubiera organizado en los 50 y 60 un desfile, miles de ticos gays no hubiéramos tenido que irnos al exilio, donde aún viven muchos que no regresaron jamás, como nuestra querida Chavela, porque aquí no se podía vivir.

Claro que si hubiéramos podido vernos unidos en el Paseo Colón, muchos de los "hombres solos", no habrían terminado siendo asesinados por los chulos homofóbicos, con los genitales cortados o como con uno de mis cuñados, con la sábana metida hasta el fondo de su estómago y con 25 puñaladas. Y la OIJ no importándole un pepino.

Claro que si estos desfiles se hubieran dado antes, decenas de travestidas no hubieran sido atacadas por las turbas de chiquitos de papá, azuzados por el odio de sus familias, las que se morían de risa cuando sus hijos les contaban que se fueron a dispararles, a tirarles bolsas de orines y apedrearlas en la calle. Y tendríamos a muchas aquí y no en España o en Italia.

Claro que si hubiéramos tenido financiamiento de los bares y de las embajadas en aquellos tiempos, las lesbianas, cuando hicieron su congreso, no habrían sido perseguidas por la policía de Antonio Álvarez Desanti, lanzándoles turbas enfurecidas, creando pánico y terror.

Claro que con desfiles de orgullo años atrás, las trabajadoras del sexo que asistieron a un primer congreso en este país, hubieran podido realizarlo sin que el Padre Minor nos tirara las turbas de Radio María para intimidar a las compañeras que vinieron a ver cómo podían protegerse del sida. Y las prostitutas que asistieron, temiendo por sus vidas en la Suiza Centroamericana.

Claro que con demostraciones de orgullo, se hubieran salvado miles de vidas y miles de personas obligadas a casarse con el sexo opuesto para que las familias mantuvieran su buen nombre, sin un playo de qué avergonzarse, haciendo una miseria de sus vidas.

Claro que es un derecho ganado poder hacer un desfile gay y que no ha sido fácil obtenerlo.

Pero este año, no tenemos nada que celebrar.

Sé que es difícil hacer un cambio radical pero, esta vez, no debemos hacer un carnaval, ni una fiesta, ni una celebración. Costa Rica no merece ser vista en el extranjero como la cuna de la tolerancia para que los políticos de este país vengan a ver cuántos votos agarran, después de que nos han traicionado hasta la médula y han elegido un fundamentalista como presidente del Congreso y que no hayan tenido los testículos y los ovarios para aprobar la legislación que nos de los derechos de herencia, de matrimonio, de seguro, de visitación en los hospitales, de protección contra la discriminación. Todos juntos y todos ya.

Este año, desfilemos por nuestros muertos, que todo el mundo se de cuenta que en Costa Rica, estamos en la Edad Media. Que se enteren que el Ejecutivo, el Congreso, la Corte son una farsa. Que volvió la Inquisición. Que esto no es Nueva York, ni Tel Aviv, ni Buenos Aires.

Nada de guaro, de baile, ni culos pelados, ni el agosto para los bares. Estamos de luto. Salgamos de negro, en la noche, con velas y con todos los ticos de buen corazón.

Y Luis Guillermo, usted nos traicionó, igual que lo ha hecho la Sala Cuarta, el Congreso y los profesionales del activismo gay que se unieron para elegir a Torquemada de Presidente de la Asamblea.

*El autor es historiador y activista por los derechos de las personas LGBTI.

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