lunes, 5 de octubre de 2015

De silencios sepulcrales, Pax Russa y gigantes de papel



Por Felipe G. Flores

La intervención de Vladimir Putin en Siria ha sido aclamada y felicitada por muchos, incluyendo quien suscribe estas líneas. La inacción, o quizás más bien, la omisión deliberada de Barack Obama, llevaron a que con la partida de los soldados de los Estados Unidos de Iraq, aunado a la repetición de errores logísticos garrafales como el financiamiento de campañas bélicas de manera clandestina al Ejército Libre de Siria, sin el apoyo logístico, visible y necesario, para realmente lograr los objetivos de manera contundente, llevó a que la primavera siria se volviera en un otoño que a la postre se convirtió en un invierno gélido y oscuro.

Esa forma de operar a medias por parte de los Estados Unidos, es reminiscente de la mediocridad soviética en Afganistán, que le permitió a los rebeldes afganos ganarle a la Unión Soviética, en el tanto que los Estados Unidos fueron uno de los países que más financió y proveyó logística de manera subrepticia para que los rebeldes le ganaran a los soviéticos, y convirtieran a Afganistán en la Vietnam de la Unión Soviética.

La Administración Obama intentó hacer lo mismo en Siria que otrora hiciera el gobierno de los Estados Unidos en Afganistán, pero con una diferencia muy grande: El Presidente Obama es populista y proclive a defender intereses musulmanes suníes por encima de los de otras denominaciones religiosas, especialmente los chiíes, donde su intervención evidente y manifiesta le ha permitido a Irán mantener su programa nuclear, que bien se sabe que no lleva intenciones solamente de desarrollo a nivel civil, y donde el auge del Estado Islámico a la hora de retirar las tropas de Iraq, tendría como resultado la guerra civil que permitiría a los cabecillas extremistas como Abu Bakr al-Baghdadi, entre otros, buscar venganza por haber estado encarcelados por tanto tiempo en centros de detención donde fueron torturados y humillados.

Tal parece que la salida de las tropas estadounidenses de Iraq no fue un acto altruista o por respeto a los iraquíes, sino una acción deliberada, tendente a permitir el reforzamiento de los suníes en la región, con lo que parecía comenzar a darse un cambio en el mapa geopolítico, con evidentes perdedores y ganadores.

Quien suscribe estas líneas bien recuerda el haber conversado con
personas muy preocupadas, hace ya ocho años, de que la obtención de la Presidencia de los Estados Unidos por parte de Obama llevaría a que antes de cumplirse un segundo período en el poder, Irán y los chiíes tuvieran acceso a desarrollar armas nucleares.

Sea por dolo o negligencia, lo cierto del caso es que Barack Obama contribuyó directamente para el auge del Estado Islámico, pues al no ser el gobierno de Iraq un gobierno fuerte y establecido, donde los chiíes que habían sido ignorados, perseguidos y subyugados por Saddam Hussein durante tantos años evidentemente irían no solo a buscar el poder sino a vengarse por los vejámenes cometidos en su contra, la partida de las fuerzas estadounidenses de Iraq le permitió a los nuevos grupos chiíes en el poder, abusar de los ahora debilitados suníes, quienes no tuvieron otra opción que aliarse con al-Baghdadi y sus aliados para poder hacerle frente a una amenaza chií que estaba a la vuelta de la esquina, y que combinada con la falta de experiencia en el ámbito de lo político y económico, conducirían a Iraq a una debacle política, pero también económica.

Por otra parte, la minoría alauí en Siria, subyugó, persiguió y asesinó a miles de suníes durante muchos años; desde 1971 y hasta la fecha. Hafez al-Assad, el padre del ahora dictador sirio Bashar al-Assad, fue conocido por su crueldad y falta de escrúpulos a la hora de lidiar con sus oponentes políticos; que en un país donde la mayoría de la población es suní, es decir, un 74% de la misma, el tener a un dictador cruel y chií, es un insulto que no se puede permitir, así que cuando se comenzó a dar la primavera árabe en el Próximo Oriente, Siria no quedó fuera de esta nueva corriente y los sirios intentaron, con bastante éxito, el buscar derrocar a Bashar al-Assad.

El papel de la prensa y su amor por los suníes

Unos cuantos kilómetros hacia el Este los jeques árabes y los emires ponían tanta atención a los acontecimientos que ocurrían en Iraq y en Siria como lo hacían en Egipto e Irán. El dinero de los emires fluía hacia los rebeldes sirios y ya dos años desde que comenzó la guerra civil, es decir, en el 2013, siete años después de que al-Baghdadi declara la existencia del Estado Islámico de Iraq (EII), que al combinarse con el grupo rebelde de Jabr al-Nusra, afilado a al-Qaeda, toman la ciudad norteña de Raqqa en Siria, y liberan el caos.

Esta maniobra logística no habría podido ser posible de no haber existido un contubernio entre los líderes de la región, en especial con los qataríes, los saudíes y los turcos. Aunque se busca responsabilizar a ciertos individuos solventes solamente, el nivel de autonomía de estos individuos en países donde no existe la democracia sería nulo, sino tuviera el aval de los mismos gobiernos de esos estados.

Así que el querer responsabilizar a individuos acaudalados qataríes y saudíes por el financiamiento al Estado Islámico hasta el 2013, de forma individual, es buscar el subestimarle la inteligencia a las personas, donde lo que se buscaba, y se sigue buscando, es obviar el hecho que de no haber sido por el financiamiento de los países árabes, el Estado Islámico no habría podido surgir ni mantenerse.
Si bien es cierto que tanto la prensa europea como la estadounidense omiten y evitan, hasta donde sea posible, criticar la intervención de aliados suníes de Occidente en Medio Oriente, no se puede dejar de lado este hecho, si se quiere hacer una análisis concienzudo del por qué es que en los últimos días hemos visto a Rusia intervenir en Siria de la forma en que lo ha hecho.

La intervención de los Estados Unidos en la búsqueda del derrocamiento de Bashar al-Assad del poder es evidente; en efecto, a los Estados Unidos no le sirve tener a una persona como al-Assad en el poder, que es simpatizante de Rusia, especialmente en una región tan estratégica como lo es Siria, por lo que el financiamiento de grupos subversivos contra el régimen de Assad, parecía ser el camino obvio a seguir, para de esta manera redibujar las fronteras y los planos de Medio Oriente, esbozados y creados por Henry Kissinger en la época de los setenta del siglo pasado, pero que se han vuelto obsoletos.

Debido a las grandes y profundas diferencias entre suníes y chiíes, los resentimientos que esas diferencias acompañan, que la primavera árabe fuera suní y no chií, que Irán con su retórica y amenazas contra Israel le había hecho perder credibilidad durante los años en que estuvo en el poder Ajmadinejad, que el precio del petróleo estaba por las nubes y que la primavera árabe estaba siendo efectiva más allá de lo que los dictadores de la región previeron, era necesario establecer nuevas alianzas y grupos de poder que no fueran democráticos, pero que estuvieran conscientes de que debían de responder a los intereses de Riyadh y Doha y no a los intereses de Terán o de Damasco.
Los jeques árabes encontraron una oportunidad de oro, o al menos eso pensaron, con el auge de la primavera árabe suní, y el hecho de poder derrocar a un enemigo como Assad, era demasiado bueno como para dejarlo pasar.

Ya desde hacía casi veinte años que los jeques árabes habían logrado posicionarse muy bien en Europa, siendo los principales filántropos de grandes universidades; quien tiene el dinero manda, así que ningún intelectual europeo, salvo muy contadas excepciones, se habría aventurado a criticar a la mano que le daba de comer, con lo que los jeques se aseguraban, sino un apoyo a sus avances, al menos un silencio cómplice que no se convertiría en críticas al financiamiento y fortalecimiento de un grupo que se hacía llamar a sí mismo como el Estado Islámico, por parte de la academia europea y de la prensa de ese continente.

Entre el Ejército Libre de Siria y el Estado Islámico, donde ambos son chiíes, y el contubernio de los dictadores de la región, aunado a la proclividad de la prensa de poner en la palestra cualquier situación irregular contra los suníes, los jeques árabes se aseguraban que los chiíes debían de actuar con demasiada cautela para no ser blanco de una prensa evidentemente sesgada a favor de los suníes, cosa que los chiíes no hicieron por haber incluido a un barriobajero populista como Ahmadinejad, que no sabía medir sus palabras.

El lector puede corroborar este hecho con un análisis de noticias somero donde podrá observar la desproporcionada cobertura que los medios en Occidente le dan a asuntos suníes versus chiíes; nótese que la foto del niño que aparece a las orillas del mar en Europa es un suní, no un chií, que la cobertura que CNN y la BBC le dieron al conflicto iraquí se enfocaba en las desgracias que le ocurrían a los suníes pero no a los chiíes, donde más bien la mayor cobertura se enfocaba en criticar a los chiíes, de manera muy sutil, por la corrupción en el gobierno iraquí, no obstante que quien lo lideraba era un suní.

Recordemos que Iraq, no obstante que muchos le consideren como un país árabe, en realidad es un país persa, por lo que inclusive durante los tiempos de Saddam Hussein, muchos iraquíes veían a sus hermanos iraníes como hermanos, e inclusive, salvo los suníes, la mayoría de iraquíes se sienten más identificados con los persas que con los árabes.

Hay dos puntos importantes para poder entender el por qué del sesgo de la prensa occidental e inclusive de Al-Jazeera, a favor de los suníes. La vasta mayoría de los inmigrantes musulmanes a Europa son suníes, el financiamiento a universidades en Europa, por ende, ha sido de los jeques suníes, pues a éstos les conviene que los europeos no les critiquen, toda vez que las guerras no solo se ganan en el campo físico sino en el teatro de guerra psicológico, y los jeques están muy conscientes de esta situación.

Ya para finales del 2013, la toma de Raqqa por parte del Estado Islámico de Iraq, que debido a la fusión con Jabar al-Nusra pasaría a llamarse como el Estado Islámico de Iraq y el Levante, los medios de prensa no tradicionales comenzarán a darle mayor cobertura al tema, siendo VICE News el que se aventura a ingresar al Estado Islámico para cubrir lo que estaba ocurriendo.

Quienes nos dedicamos al estudio del Medio Oriente, recordamos cómo es que la inteligencia israelí venía advirtiendo desde el 2012 acerca del auge de un grupo extremista que degollaba a cristianos, y ya para el 2013 se comenzaban a dar alertas serias acerca del peligro que estos extremistas presentarían para la estabilidad no solo de la región sino a nivel mundial.

La operación de la toma del mundo, como bien lo había anunciado el autoproclamado Califa al-Baghdadi, no era una declaración ilusa sino que había sido orquestada con el financiamiento de servicios de inteligencia foráneos y dinero de patrones simpatizantes con la causa suní, todo lo cual beneficiaba profundamente a los chiíes, quienes quedarían como moderados ante la evidente embestida de un grupo radical suní y de sus acólitos contra Occidente.

Los medios de comunicación actuaron al servicio de los jeques y comenzaron a dar una cobertura desproporcionada, en comparación con lo que habían hecho años atrás, al conflicto interno en Siria y al Estado Islámico como tal, pues al-Baghdadi había traicionado la mano que le dio de comer, y ahora buscaba no solo expandir el sunismo en la región sino derrocar a aquéllos que le habían llevado hasta donde se encontraba.

Era evidente el peligro que los regímenes dictatoriales árabes en Arabia Saudita y en los Emiratos Árabes corrían, en especial porque la primavera árabe había llegado a Yemen, lugar que por la proximidad que tiene con Arabia Saudita, implicaría un contagio por cercanía entre yemeníes y la población saudí en general.

El precio del petróleo y la búsqueda del debilitamiento del Ayatolá

La situación se había complicado para los dictadores suníes, pues la primavera árabe ya había cobrado la cabeza de varios dictadores suníes en la región y el plan árabe de derrocar a los alauíes en Siria había tenido un giro inesperado, pues el adlátere pasó a convertirse en homólogo, y al-Baghdadi no estaba dispuesto a darse por menos, en especial después de haberse autoproclamado como Califa.
Los saudíes y el cártel de la OPEP no contaban con el hecho de que el libre mercado, que es el enemigo acérrimo de los dictadores, habría de encontrar una solución al problema de la escasez del petróleo que tanto había afectado a Occidente pero que había beneficiado de manera desproporcionada a los países productores de petróleo, pero que por medio de la tecnología del esquisto, abarataba considerablemente el precio del barril del petróleo.

Ahora los saudíes tenían otro problema más con qué lidiar: Para poder financiar el gasto público, los saudíes necesitaban y continúan necesitando que el barril de petróleo tenga un precio no menor a los $90 por barril, mismo que ocupaba Rusia para poder mantener su gasto público, y las cosas parecían ponerse color de hormiga.

A los árabes les servía que el precio del petróleo bajara a menos de $120 por barril, porque de esa manera Venezuela, fuerte aliado de los chiíes en América Latina, vería su economía colapsar, lo cual implicaba que el frente que los chiíes venían abriendo desde hacía casi diez años en Sudamérica, se vería fuertemente golpeado, y esto haría que Irán tuviera que enfocarse no solo en su propia casa sino en dejar a un lado, al menos por un tiempo, sus planes de expansión de influencia en América del Sur, región estratégica que le habría permitido a Irán avanzar con su agenda expansionista.
El problema estuvo en que, aunado a los juegos de poder de la OPEP, la tecnología del fracking vendría a significar un nuevo elemento no previsto por ninguna de las partes, que conculcaría el ajedrez ya armado entre los suníes y los chiíes, para volver a empoderar a los anglos y traerlos de vuelta al juego.

En menos de dos años, el barril de petróleo pasó de valer $110 a rondar los $50, lo cual implicó que los saudíes irían de picada junto con los iraníes y los venezolanos, toda vez que la nueva tecnología de fracking implicó que ya no solo serían los iraníes los que se verían afectados sino que también los países árabes productores, lo cual cambiaría completamente la estrategia de los árabes.
Los árabes vieron una gran ventaja en la caída del precio del petróleo, pues si lo mantenían alrededor de $90 por barril, los saudíes podrían financiar su deuda pública, seguir dándole cosas de gratis a sus habitantes y a la vez verían a Irán retorcerse y cocinarse en su propio jugo, debido a que el precio del barril del petróleo sería lo suficientemente bajo para que el gobierno iraní, que tiene una altísima deuda pública, no pudiera satisfacerla, pero le permitiría a los saudíes a la vez mantener la de ellos.
Las cosas no salieron como los saudíes lo esperaban, pues ya no solo tenían que lidiar con un rebelde al-Baghdadi, sino también con precios del petróleo desplomados que les ponían una verdadera presión sobre sus finanzas.

No quedaba otro remedio más que recurrir a Occidente y acelerar la caída de Bashar al-Assad para colocar a un peón afín a los intereses árabes en Siria y de esta manera no solo reducir la esfera de influencia de Irán en la región sino también, eventualmente, tomar control de Irán y eliminar de una vez por todas al Ayatolá y a su teocracia.

Sin embargo, como el destino es tan extraño, resultó ser que el rebelde Estado Islámico comenzó a atraer la atención de los medios de comunicación, producto de lo que los mismos árabes buscaron, pero con un problema muy grande de por medio, que Barack Obama no había perdido su habladuría de clase baja y con sus amenazas burdas y sin respaldo contra Assad en caso de que hubiese utililizado armas químicas contra los rebeldes, cosa que Assad hizo y que Obama dijo que no toleraría pero que al final se hizo de la vista gorda, empoderaría a Assad para que atacara con armas químicas a los rebeldes sirios de manera continua y que se envalentonara para eliminar de una vez por todas a los rebeldes.

La intervención rusa y la alianza entre Israel y Rusia

Si hay algo que tanto los árabes como los suníes tienen en común, es su odio por los judíos, en especial por los israelíes, pero las cosas estaban demasiado tensas como para atacar a Israel, que habría implicado una intervención inmediata de los Estados Unidos, pues no obstante que Obama sea afín a los intereses suníes, el Congreso Republicano es demasiado fuerte como para no haber ejercido influencia a favor del aliado por excelencia en la región, como lo es Israel.

Si las amenazas iraníes de atacar a Israel no dejaban dormir a Binyamin Netanyahu, la caída de los precios del petróleo, la recesión y la pérdida de gracia en el Kremlin, le quitaban el sueño a Putin también.

Para finales del 2014 las cosas se le habían puesto cuesta arriba a los suníes quienes habían perdido a su aliado estratégico en Washington, Barack Obama, que se había debilitado por la pérdida que los Demócratas habían sufrido en el Congreso y el desplome en los precios internacionales del petróleo que le llevaba a los saudíes a ponderar una emisión de bonos de deuda externa para poder seguir financiando el gasto público.

Las cosas habían llegado a un punto crítico y éste sería el momento para que Vladimir Putin capitalizara. Los israelíes sabían que Obama estaba en contra de ellos y que Irán desea eliminar a Israel del mapa, pero que también, tanto Assad como Rouhani son aliados estratégicos de Rusia y que no se moverían sin la aprobación de Moscú.

En Rusia las cosas no andan nada bien, al mantenerse el precio del barril de petróleo por debajo del umbral de $90 por barril, Rusia no puede financiar el gasto público y se encuentra en recesión. Si a esto se le agrega las ambiciones imperialistas de Putin en Europa y la caída en desgracia con los europeos e inclusive con su amiga de vieja data, Angela Merkel, las cosas no pintan muy bien para Putin.

Las congelaciones de las cuentas de los kleptócratas rusos en países occidentales implicó una baja muy fuerte en el flujo de caja del régimen ruso, así que la respuesta para poder hacer frente a la crisis rusa, era el buscar la expansión de influencia hacia Oriente.

Se daba así una conjunción de situaciones que darían lugar a una alianza poco probable pero eficaz; Irán, debilitada por la recesión, tendría que buscar un objetivo que aglutinara a la población molesta por la recesión y que fomentara el nacionalismo, para así distraerle de los problemas internos; el odio hacia Israel y el Sionismo era la solución.

Los israelíes estaban conscientes de esta situación, así que, no les quedaba de otra más que buscar resguardarse de alguna forma, pues sería cuestión de tiempo para que Assad cayera, y que un régimen sunita extremista tomara el control de Siria, siendo que lo primero que buscaría sería el aniquilar a Israel, por razones religiosas, políticas y económicas.

Sin embargo, al otro lado de la acera, en el barrio chií, los iraníes harían lo mismo; Hezbolá aportaba soldados para luchar contra los rebeldes sirios y el Estado Islámico, para de esta manera mantener a Assad en el poder, y, claro está, esto implicaría que Assad estaría en deuda con Irán, lo que eventualmente habría significado que Assad tendría que haber atacado a Israel, para avanzar la agenda expansionista de Irán.

Los israelíes estaban en una encrucijada, no había una opción buena, o cuando al menos, menos mala salvo que se instaurara un régimen moderado suní en siria, cosa que sería improbable, de ganar la guerra civil el Estado Islámico y los rebeldes.

Ya los rebeldes sirios estaban condenados a morir, y el movimiento del Ejército Libre de Siria también, desde que Erdogan tomó ventaja de la situación y comenzó a bombardear a los kurdos, porque el avance y simpatía que los suníes tenían a nivel internacional, por la manipulación y cobertura evidentemente sesgada de los medios occidentales y árabes, llevaría a que la comunidad internacional condenara a Erdogan por oportunista.

No había nada más que hacer para los israelíes que dialogar y negociar con los altos mandos, no de Irán ni de Siria, sino del Kremlin, después de todo, tanto Irán como Siria son países proxy de Rusia en la región, ¿y qué mejor forma de detener a los chiíes de sus planes de aniquilamiento de Israel que hablando con el jefe de ellos?

Así las cosas, Netanyahu viaja a Moscú y dialoga con Putin, y tal parece que se ha llegado a un acuerdo, puesto que Putin ha enviado fuerzas rusas para atacar al Estado Islámico. Al menos hasta el momento pareciera ser que Irán tendrá que aguantarse las ganas de aniquilar a Israel, veremos cuánto dura esta entente.

El sonido ensordecedor

Israel ha sabido jugar bien sus cartas, pero aún existe un peligro latente y evidente, que no se puede obviar: Irán deberá de obedecer a los lineamientos de Rusia, por lo menos hasta donde le convenga, pero una vez que pase el peligro, y que tanto el Estado Islámico como el Ejército Libre de Siria sean mermados, y ya no constituyan un peligro para Assad, las cosas volverán a ser lo mismo; Irán financiará a Hezbolá, Hezbolá atacará a Israel y Assad buscará vengarse por el apoyo implícito de Israel a los suníes.

El problema del Estado Islámico no se irá así de fácil, pues por más logística que los rusos manejen, las cosas en Oriente Medio han cambiado. Cuarenta años después de que Henry Kissinger haya trazado el mapa del Oriente Medio actual, con una preponderancia de los Estados Unidos, el apoyo de Barack Obama a los suníes, el mal cálculo político de los árabes y la aparición de tecnologías que abaratan la extracción del petróleo, han cambiado el mapa de Medio Oriente, al menos por cuarenta años más.

Ya no es la predominancia estadounidense la que imperará en Medio Oriente, sino que será Rusia, Putin ha pasado de convertirse en un villano a ser un héroe; la gente obvia el hecho de que los rusos están atacando y destruyendo a rebeldes sirios que no están afiliados al terrorismo, sino que son ciudadanos que se han alzado contra el abusivo régimen de Assad y lo que buscan es sacar del poder a la dinastía al-Assad que los ha tenido bajo su dominio por los últimos cuarenta años.

El antisemitismo aunado a los cambios repentinos e inesperados por la mayoría, donde Rusia toma la ventaja, han llevado a que la prensa antisemita se enmudezca más aún ante los atentados terroristas contra israelíes ocurridos el fin de semana.

En el teatro de guerra psicológico, los suníes llevaban las de ganar y siguen obteniendo simpatía desde hace varias semanas y hasta la fecha. No obstante los miles de cristianos asesinados en Siria y en Iraq, no fue sino hasta que el cuerpo de un menor de edad suní apareció en las costas europeas, que la prensa occidental clamó por protección a los refugiados sirios.

Es curioso que esa misma prensa no criticara el hecho de que los saudíes y los emires cerraran las puertas de sus países a estos refugiados suníes, pero lo que sí queda claro, es que no fue sino hasta que se dio una situación, muy lamentable por cierto, contra los suníes, que Europa alzó la voz.

Ya de por sí, la prensa internacional enmudece y calla con un silencio ensordecedor, cuando Israel es atacado o se dan atentados terroristas, pero en este momento, a los árabes no les conviene que se le dé ningún tipo de cobertura a esta situación, pues vendría a afectar el momentum que están teniendo los suníes en Europa y los Estados Unidos en el campo de las relaciones públicas.

Así las cosas, no nos hemos de extrañar cuando en los próximos días, la prensa occidental y Al-Jazeera comiencen a cubrir noticias de personas asesinadas por los rusos y por al-Assad, y ni siquiera esperemos la más mínima cobertura de los atentados terroristas contra los israelíes, pues ni en asomo va a ocurrir; eso sí, esperemos observar con toda la saña y escarnio del caso, la cobertura mediática desproporcionada que los medios de comunicación occidentales darán a una eventual respuesta militar de Israel contra los terroristas, y de los rusos contra los suníes.

Queda claro entonces que el poder de los petrodólares suníes ejerce mucha influencia en la academia europea y en los medios de prensa, así que no nos extrañemos cuando veamos la cobertura desproporcionada y las críticas de la academia europea a las operaciones de Rusia en Siria.
Como toda en la vida, el dinero manda, así que ahora que la caída de los precios del petróleo es evidente y que el surgimiento de fuentes de energía alternativas han venido para desbancar al petróleo, veremos cuánto tiempo dura el matrimonio entre europeos y suníes, pues al igual que pasa con los matrimonios por conveniencia, cuando no hay dinero, no hay amor, y el efectivo líquido de los árabes está siendo gradualmente reemplazado por tarjetas de crédito y préstamos rápidos; el viejo anciano se irá a quedar sin dinero y la bella doncella interesada, encontrará un nuevo amante a quien desbordarle su amor; cuando ese momento llegue, al perro flaco se le pegarán las pulgas, y los ensalzados jeques pasarán de ser estimados a parias.

Queda un último punto por mencionar, el empoderamiento que los chiíes reciban en un futuro intermedio, hará que las cosas vuelvan a complicársele a Israel, pues esta entente no será eterna y terminará más antes de lo esperado. Es difícil pensar en que Putin vaya a adoptar a Israel como su protegido, así que será cuestión de tiempo antes de que las cosas regresen a su cauce y que veamos nuevas amenazas chiíes contra Israel y Occidente, esta vez, claro está, con empoderamiento y la fuerza que da el resentimiento.

En la guerra de la opinión pública, los suníes van ganando en este momento, pero las ganancias temporales de ahora implicarán pérdida a la largo plazo. Escipión el Africano, quien fue general del ejército romano y responsable por haber subyugado a Cartago y a Macedonia, que eran enemigos acérrimos de Roma, tenía una estrategia muy efectiva: Sitiaba las ciudades y dejaba que los sitiados murieran por inanición, algo similar está ocurriendo con la estrategia chií a largo plazo; en el corto plazo pareciera que están perdiendo la batalla, pero a largo plazo, eventualmente las pérdidas momentáneas les significarán el ganar la guerra.

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