Lic. Bryan Acuña Obando.
Analista Internacional.
En materia de los derechos humanos, la sociedad cada
vez está madurando a la idea de que las personas tienen derechos, independiente
de sus condiciones sociales, económicas, religiosas, si cuentan con alguna
enfermedad o discapacidad. La conciencia social va fortaleciendo el ideal del
valor de cada vida y lucha porque la ley asegure que cada individuo pueda tener
las mismas oportunidades que el resto y que bajo ninguna circunstancia sea
discriminado o hecho a un lado.
Desde su adopción en 1948, la Declaración Universal de
los Derechos Humanos; proveniente de la carta de San Francisco de 1945 y otros
documentos similares anteriores; cada elemento que se le ha logrado agregar a
dicha declaración, se ha transformado en una conquista para la equidad entre
los seres humanos. Aunque por supuesto todavía hay regiones donde la garantía y
el respeto por elementos fundamentales como la vida no se respetan como acto
sagrado que simboliza.
Ahora bien, las personas con VIH se han visto
discriminadas durante décadas. El Historiador costarricense y activista de los
derechos de las poblaciones LGBT, Jacobo Schifter, en la época de los 80’s era
uno de los encargados de retirar cadáveres de enfermos de SIDA de los
hospitales, ya que por la ignorancia que existía en nuestro país los trataban
similar como en la historia se trató a los leprosos o a los tuberculosos, es
decir los dejaban a la “suerte divina” hasta que murieran.
Era tal el asunto con los enfermos de SIDA, que cuando
morían los entregaban en bolsas de basura, casi sin tocarlos por temor a
contagiarse con la enfermedad del cadáver. También existía el paradigma de pensar
que dicha enfermedad era una especie de “cáncer para homosexuales”. Incorrectamente
se consideraba una enfermedad solo para personas LGBT y cualquier enfermo fuera
de ese grupo era estigmatizado y hecho a un lado de las formas más crueles que
existen.
Por suerte, el paradigma acerca de los portadores con
VIH o SIDA ha cambiado, principalmente por individuos que se han encargado de
educar a las poblaciones para cambiar la mentalidad un tanto retrógrada y
denigrante al respecto de este grupo social.
Sin embargo queda mucha labor por realizar para educar
y fortalecer las bases de los derechos para las personas con VIH para que no se
sientan excluidas de la sociedad, sino que tengan oportunidades como cualquier
otro ser humano, para garantizarle principalmente calidad de vida, algo a lo
que todos tenemos derecho. Indiferente de los prejuicios morales, sociales o
religiosos, los enfermos con VIH son seres humanos los cuales se les debe
garantizar la integración dentro de la sociedad, con los cuidados que personas
portadoras de este virus ameritan.
En algunos casos hay niños involucrados en el contagio
de esta enfermedad, por herencia genética, y al ser parte de una población
vulnerable. Por parte del Estado, se les debe garantizar sin ningún tapujo los
cuidados elementales para alargarle su presencia en este planeta, con una
calidad de vida aceptable, con los recursos de protección que les garantiza la
Declaración de Derechos del Niño ratificada en 1959 por la Organización de las
Naciones Unidas.
Queda claro que la motivación por los derechos humanos
nace del propio espíritu de protección que debemos tener por los individuos de
este planeta, de ahí nacen otras declaraciones que nos exigen salvaguardar a
poblaciones vulnerables expuestas a diversos flagelos (pobreza, enfermedad,
abandono, discapacidad, etc.).
Por lo tanto, quienes tengan un poco de conciencia y
sentido común, debería desde su trinchera luchar a favor de garantizar una
mejora en la vida de cada individuo, pero con mucha más fuerza debe ser casi
obligatorio tener esa mentalidad cuando quienes están delante no cuentan con
todas sus capacidades para poder enfrentar solos el diario vivir.
Hay un concepto de la mística judía (cábala) que
expresa que el mundo tiene componentes de carga negativa y positiva, cuando las
cargas negativas son mayores, el mundo se aproxima a una Era desordenada y de
poca esperanza. Pero cuando el ser humano decide rectificar y reparar lo dañado
(Tikun Olam), comienza a llenar de cargas positivas al mundo, al punto que esa
reparación acercan a la humanidad a una Era de paz y convivencia entre toda la
creación, lo que en algunos contextos denominarían “Era Mesiánica”.
Pero para poder rectificar eso que nuestros actos y
cargas negativas causaron, se deben realizar muchos actos de justicia y buscar
acortar las malas relaciones que tenemos entre seres humanos, dejando de
justificar la discriminación y la destrucción de seres humanos solamente porque
su condición por algún motivo en particular es distinta a la nuestra. Si logramos
esa armonía entre seres humanos, garantizando equidad en los derechos, el mundo
realmente se acercará a una época en la cual los seres humanos ya no se
alistarán más para las guerras, ni se crearán más armas de destrucción sino
solamente aquello que construya un mejor bienestar. Es un pensamiento utópico,
pero nunca estará de más poder procurar llevar adelante acciones que nos
acerquen más hacia ese lugar.
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